Un reencuentro con la divinidad.



Dios siempre nos reta a cuestionar nuestra vida. 


Nuestra vida se concretiza en el ámbito familiar y en las diversas vocaciones que ésta nos presenta como son el matrimonio, la vida religiosa, la profesión académica, ser hijos, ser padres, etc. De esta manera se forja la vida cristiana.

Ante la interrogante que nos planteamos a menudo lo que debemos hacer es darle un sentido a nuestra vida. Existencia que nos muestra dos caminos, el de la necedad que es la senda del pecado y la inexperiencia que desemboca en el descontrol. El otro es el camino de la prudencia que procede de la experiencia y el discernimiento.

Reencontrarnos con nosotros mismos, llegando a nuestro interior, a lo más profundo de nuestros sentimientos y pensamientos, nos permite valorarnos como seres humanos para que conscientes de ello logremos acercarnos a Dios. 

Para un real cambio de mente y vida es necesario reencontrarnos con Jesús Eucaristía, mediante una transformación que implica cercanía y lo más importante, intimidad. No se entiende una auténtica vida cristiana si no es desde la presencia real de Jesús en el sacramento.

Que este camino de reencuentro logre que nuestra vida cambie por completo.


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