Lima de Octubre
“Octubre mes morado en que
se engalana Lima, la gracia evocadora brota en cada esquina balcones con
macetas de flores rivalizan con los primores de las lindas mujeres de esta
tierra divina...” - Conjunto Fiesta
Criolla.
Como reza la letra de esta criollísima canción la ciudad cobra vida y bríos de antaño para seducirnos con su religiosidad, criollismo, tradiciones y gastronomía; manifestaciones que refuerzan la identidad de los limeños que habitan esta tres veces coronada Ciudad de los Reyes, castiza en su origen, mestiza, mora y española en su concepción, que ahora es la Lima de todas las sangres.
Una de
las principales tradiciones de finales de octubre es la corrida de toros (muy criticadas
y debatidas en la actualidad, pero ese tema no lo tocaré) acto que cobró mayor
importancia en la segunda mitad del siglo XVIII, durante el gobierno del virrey Manuel de Amat y Juniet, que para complacer a su joven amada doña Micaela Villegas, La
Perricholi, ordenó edificar la Plaza de Acho, lugar donde se efectúan las
mejores lidias de toros, festejo que en la actualidad está muy vinculada a la
devoción del Cristo de Pachacamilla.
En cuanto
a lo gastronómico las calles se impregnan del olor de anticuchos, picarones y mazamorras que deleitan el paladar más exigente de la ciudad, pero sin duda
alguna el dulce más vistoso y vinculado al Señor de los Milagros es el turrón de doña Pepa, llamado así por su creadora doña Josefa
Marmanillo, que en agradecimiento a un milagro concedido por el Cristo Moreno
preparó este dulce que consta de palitos de harina colocados de forma
intercalada, bañados con miel de frutas y chancaca, decorado con multicolores caramelos y
grajeas que te pueden romper la muela.
EL CRISTO DE LA PARED
Cuenta la historia que a
mediados del año de 1650 en un precario muro de adobe en uno de los ranchos de
Pachacamilla, ubicado en los extramuros de la ciudad, un anónimo negro de casta
angola pintó la imagen de Cristo crucificado, al principio esta imagen no tuvo
importancia, la devoción al Cristo de la Pared fue estrictamente popular,
siendo los indios y los esclavos sus más fieles devotos. Fue tras dos intentos
de borrarlo, tras haber soportado tres grandes terremotos y quedar intacto que
la devoción al Santo Cristo de las Maravillas (como se le llamaba en sus
inicios) se propagó por todo Lima perdurando hasta nuestros días, convirtiéndose en una de
las manifestaciones religiosas y culturales más grandes del Perú y el mundo.
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