El Final de una Rosa


Hace más de 200 años la ira e irreflexión de todo un pueblo terminaron con la vida de una de las reinas más bellas de Europa. Hoy, aún su dramática y romántica historia cautiva a muchos, tanto seguidores como detractores. María Antonieta más que representar la frivolidad y el desenfreno de la corte era una devota esposa y dedicada madre (pese a lo que muchos dicen, una mujer común, tan natural a la que le parecía absurdo el ceremonial y le disgustaba tener una corte, pero su naturalidad, su extrema sinceridad y generosidad se tradujeron en indiscreción y favoritismo, dicho comportamiento le ganó el descontento del pueblo que vio en ella a la responsable de las culpas de todos los Luises.

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Paris, 16 de octubre de 1793
Prisión de La Conciergerie.

En medio de la más profunda oscuridad de la noche mientras todos duermen, una mujer vestida de negro permanece despierta, guarda silencio. Luce fatigada por las constantes hemorragias vaginales de los últimos días que la debilitan; por el gorro que lleva puesto se pueden ver algunos mechones de cabello lacio todo encanecido (cuando apenas un año atrás eran tan rubios como el sol). El día anterior el tribunal la sentenció a muerte, pese a haberse defendido y haber apelado a su amor de madre, ella sabía que solo iba a salir de esa fría prisión para no volver jamás, porque tratándose de ella el juicio era pura fórmula.

La dama está resignada y con valentía acepta su muerte, aprieta sus manos y alisando su negro vestido de viuda se levanta muy despacio tomando una postura erguida haciendo ver su delgadez, muy diferente a la esbelta figurita de biscuit de Sévres que en otro tiempo cautivó a todo el mundo. Silenciosamente se acerca a una mesa que tiene en su celda, coge una de las velas que alumbran la estancia, acercándola al papel que tiene tendido sobre la mesa; con la otra mano toma la pluma y antes de meterla al tintero se queda inmóvil ordenando sus ideas, recordando a sus hijos y cuñada de los cuales fue separada, pensando en su desdichado marido con quien compartirá el mismo final.


Este momento permite percibir ciertas particularidades, aquella mano que sujeta la pluma aún conserva un poco de la suavidad juvenil -aunque por el frío de la celda sus manos sean víctimas de constantes dolores-, sus bellos ojos azules aún mantienen el brillo y la vitalidad de su persona pese a lo mucho que han llorado, en medio de tanta tristeza aquellos ojos ven lejana la alegría que solo recuperarán cuando todo haya terminado y se encuentre en presencia del Todopoderoso. Su frente muestra algunas arrugas al igual que sus pómulos, su rostro se ve envejecido aunque se perciben aún algunos perfiles de la belleza. Mechones de cabello cano caen de su gorro que ahora sustituye a la corona que en otros tiempos ostentaba cuando junto a su marido regían el destino de toda una nación y la vida les sonreía.

La mujer se acomoda en la silla acercándose un poco más a la luz que deja ver su boca viva y petulante que en otros tiempos reía de una manera tan infantil que llenaba de alegría el palacio y complacía a todos en la corte quitando un poco de tiesura a aquella estricta, hipócrita y rígida etiqueta de Versalles. El labio inferior típico de los Habsburgo ahora está seco y muestra algunas rajaduras, pero su aspecto es autoritario. La dama se frota los cansados ojos con aquellas delicadas manos, es que a sus treinta y ocho años María Antonieta tiene el aspecto de una mujer de sesenta. Lanzando un gran suspiro la reina moja la pluma en la tinta y empieza a escribir una conmovedora carta (sabiendo que no llegará a su destinatario) a su querida cuñada Madame Elizabeth:

“C'est vous, ma soeur, j'écris pour la dernière fois. Je viens d'été condamné, non pas exactement une mort digne, pour ne pas les criminels". Es a usted, hermana mía, que yo escribo por última vez. Acabo de ser condenada, no exactamente a una muerte honrosa, si no a la de los criminales pero tengo el consuelo de que voy a reunirme con vuestro hermano, inocente como él, yo espero mostrar la misma firmeza que él en sus últimos momentos. Estoy tranquila porque la conciencia no tiene nada que reprocharnos, tengo un profundo dolor por abandonar a mis pobres hijos, usted sabe que yo no vivo más que para ellos, y usted, mi buena y tierna hermana, usted que por su amistad ha sacrificado todo por estar con nosotros, en qué posición la dejo. (…)
(…) Adiós, dulce y tierna hermana, espero que esta carta llegue a sus manos! Piense siempre en mi, la abrazo con todo mi corazón al igual que a mis pobres y amados hijos, ¡Dios Mío! Que doloroso es dejarlos para siempre. ¡Adiós, Adiós! 
                                                                                              MARIE ANTOINETTE

Alegoría de la reina María Antonieta y su cuñada Madame Elizabeth

Terminada la carta soltó la pluma y dobló el papel dejándolo en la mesa para que un guardia sea el encargado de llevársela a su cuñada. Aún es temprano, casi las cinco de la mañana y faltan algunas horas para la ejecución de su sentencia, pero se oye movimiento en el patio, deben ser los guardias, hay tantos como si fueran a enfrentarse con un gran batallón pero solo se enfrentarán a una persona... a la Reina de Francia. Muy despacio se acerca a la cama y nuevamente se tiende en ella, con su vestido de luto puesto permanece con los ojos abiertos pensando en todo lo que le tocó vivir, una vida magnifica, para ahora caer a lo más bajo de la revolución, pues cuando llegó a Francia su liberalidad y sinceridad fueron trastocadas, el rigor y dignidad austriacos suplantados por la frivolidad de versallesca. Así la vida de la viuda de Capeto (como los revolucionarios despectivamente la llamaban), la vida de María Antonieta se acercaba a su fin.

Antes de emprender el camino hacia el patíbulo, ya vestida de blanco, le recortaron el cabello, aquella cabellera que había sido inspiración para Léonard, le ataron las manos y al salir no había carruaje ni séquito, tan solo una rústica y tosca carreta que la llevaría por el sendero de la muerte, camino que muchos otros recorrieron y otros habrían de recorrer detrás de ella.


”María Antonieta llegó a Versalles siendo una niña, 
una vez ahí no tuvo a alguien que la ayude” - Luis XVI, rey de Francia.

Comentarios

  1. Pues recorde la fecha al escuchar la efemerides de RPP. Estuvo muy bueno tu relato, siempre es dolorosa la ejecucion, sea de quien sea. E independientemente MA siempre levantara admiradores y detractores. Saludos.

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    1. Claro; siempre la figura de María Antonieta será el centro del debate, el mito, y pasiones desatadas por quienes la siguen y quienes la odian. Su vida es tan interesante y su muerte tan cruel... Gracias por la visita.

      Un fuerte abrazo!

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  2. Desde luego que es un historia muy interesante. Enhorabuena

    un abrazo

    fus

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    1. Por supuesto fus, un historia muy interesante y aderezada por grandes eventos de la historia.

      Un fuerte abrazo!

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  3. Genial, súper interesante...
    Gracias por el buen post!

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